Kurt Lutman fue uno de los talentos más llamativos de la cantera leprosa de mediados de los 90′. Leproso de pura cepa, debutó a los 17 años y tras un duro comienzo debió recalar en el ascenso para terminar de ponerse a punto. Regresó al Parque en el 2000 con cierta madurez adquirida y más rodaje, pero tras enfrentarse con Eduardo López decidió alejarse de la entidad. Pese a su poca continuidad en la Primera rojinegra, dejó algunos destellos de su fútbol -y su particular personalidad- desperdigados en una época de ostracismo para la institución. Pocas son las imágenes que se tienen de él, por eso resultan archivos de rigor sus imágenes quitándose la camiseta en un festejo ante Belgrano o trepado al alambrado del Gigante de Arroyito tras la igualdad agónica de Fabricio Fuentes en el Clausura 2000. Tras su retiro, decidió dedicarse de lleno al arte, la militancia y la escritura, rubro donde ya escribió dos libros y forma parte fundamental del proyecto Pelota de Papel. Diálogo a fondo con aquel volante ofensivo que aún conserva su fanatismo por la institución y su linaje.
Vayámonos al inicio, ¿Cómo comenzó tu historia con el fútbol?
Mi historia con el fútbol empieza de la mano de mi viejo, en el Parque. Él dirigía en donde están ahora las canchas de Tenis, el ingreso al club. Me llevó porque se ve que mi vieja quería que deje de romper los huevos, mi viejo le hizo caso y me dejó ahí a un costado, ja. Empecé a patear y se armó la categoría 1976. Y a partir de ahí hice casi 20 años dentro del club, donde pasé por todas las etapas formativas.
¿Cómo era tener a tu viejo en el club, siendo que el era un referente de las divisiones inferiores? No solo para vos, sino para muchos jugadores anteriores y posteriores…
Por un lado estaba buenísimo y por el otro era un garrón, porque en ocasiones yo sentía los rebotes de mis amigos más grandes o de los referentes que estaban alucinados con mi viejo y sus formas, y otras veces no, porque mi viejo se ponía re loco y era parte de esa estructura formativa. Verlo de esa forma mucho no me gustaba. Entonces al compartir uno el espacio con su papá, llega un momento donde uno empieza a ser adolescente y se empieza a hinchar los huevos, porque necesita una intimidad distinta. Pero hoy recupero toda esa información que el fue desparramando en testimonios de jugadores y ex-jugadores. A mi viejo lo nombran con mucho cariño desde Gustavo Dezzotti y Ariel Cozzoni, pasando por Walter Samuel, Facundo Quiroga y Maxi Rodríguez hasta Pablo Pérez. Toda esa gama de edades fueron formados por mi viejo, y eso para mi es un orgullo.
¿Qué te significó el hecho de llegar a Primera a tan corta edad? Sabiendo que lo que en ese momento era prematuro, ahora es moneda corriente…
Es que sí, para mi se está apurando el proceso. Yo en aquel momento cuando debuté no tenía las herramientas para hacerlo. No tenía fuerza, no estaba firme. Y eso, que si bien se puede ir construyendo, a mi me faltaba. Era cuestión de cabeza, más que nada. Si uno está firme psicológicamente, después a nivel físico es más fácil equipararse. Por ejemplo, a Damián Manso le faltaban un montón de aptitudes físicas cuando debutó, incluso le quedaba la ropa grande. Pero tenia un temperamento que hacía que el no sienta ese nivel de tensión. Yo era lo opuesto, estaba más armado físicamente, pero mentalmente no tenía fortaleza. No podía dimensionar el lugar en el que estaba, y eso está bueno contarlo, porque hay un montón de pibes que los largan a la cancha creyendo que van a hacer lo mismo que hicieron en cuarta división o en reserva, y el nivel de presión en Primera es abismal, entonces se los expone a los chicos a algo que es bastante salvaje.
Eso ha pasado en Newell’s en el último tiempo, casos de jugadores con buenos registros en formativas que después en Primera no han gozado de los contextos favorables para poder explotar, y culminaron en otros clubes. Como en tu época, cuando muchos chicos iban a préstamo a Argentino de Rosario…
Exacto, lo que se llamaba hacer la previa, pero que tampoco te garantizaba tener cierta lejanía con la hostilidad. A mi me pasó. Yo de Newell’s pasé a Godoy Cruz, cuando jugaba en el Nacional B. ¿Sabes lo que era ir a Mataderos a jugar contra Nueva Chicago? Me acuerdo que ahí jugué a cancha llena y sentí que iba a morir adentro de esa cancha. Fue maravilloso. Son niveles de fogueo que se dan cuando en realidad tendría que llevar más tiempo.
¿Cómo fue la experiencia de integrar el Sub-17 de la selección en 1993 y jugar un Mundial? Justo en el preludio a la etapa dorada con Pekerman…
Fue maravilloso por un lado, pero por el otro siento que viajé con un nivel de conciencia muy infantil. Yo no tenía dimensión de lo que estaba viviendo, incluso me acuerdo que ese Mundial se disputó en Japón, y yo nunca me había ido de Rosario. Y conocí Japón. Estaba allá como diciendo, ¿cómo carajo llegué hasta acá?. Y en esa época, tuve la suerte de enfrentar a Ronaldo, también categoría ’76, y verlo con 30 kilos menos que ahora en un nivel maravilloso, que ya daba gusto verlo. También me crucé con Nwankwo Kanu y Augustine Okocha cuando jugamos contra Nigeria. Todos tipos que después triunfaron. Yo le contaba a mi hijo cuando los veiamos en TV, “tu viejo se comió un caño con ese que está ahí” (risas).
¿Cómo era ser jugador en la época de Eduardo López?
Yo siento que ahí aprendí a mostrar los dientes y a pelear por todo eso que nos fueron negando y el maltrato sufrido. Haber compartido institución con alguien tan dañino fue un aprendizaje en todo sentido. Y tampoco es que me quedó resentimiento ni nada. Siento que López me enseñó mucho, por oposición. Pude plantarme y reconocer que las cosas que no me quieren dar y que son mías, las tengo que luchar e ir a buscarlas. Lo que me hizo dimensionar su proceso es que López estaba agarrado de un poder político, policial y periodístico muy fuerte que lo sostenía.
Ya en la época de la famosa elección presidencial que nunca fue, ¿Cómo era ver al lopecismo desde afuera?
López ya tenía una debilidad a nivel socios que significaba que, en cualquier elección limpia, se caía. Pero hasta ese momento no había sido posible porque a las elecciones las impugnaba. Eso se cortó en 2008, que cuando alguien pudo garantizar las elecciones, perdió. Esos tipos se construyen un poder detrás de varios poderes que ya están instalados dentro de un nivel de corrupción muy fuerte en Argentina, y eso es terrible. Por el otro lado, a nivel individual me hizo disfrutar un mundo fuera del fútbol que era nuevo para mí, y que yo nunca lo había explorado, y tenía que ver incluso con el arte y la militancia. Gracias a todo eso entendí que en realidad no existe un equipo si a uno le deben 8 meses, si el otro está al día o si al goleador le pagan por gol. Hay algunas disparidades que hacen que un equipo nunca se consolide. Entonces lo que hace es que haya sólo once vestidos iguales, que es distinto a ser un equipo. Incluso que logren cosas. Ser un equipo implica otra ingeniería. Tiene que ver con sentir al de al lado y estar a la par. Esa experiencia es maravillosa cuando pasa.
¿Y la relación con los referentes de aquel entonces como era? Porque luego de la era Bielsa, en aquella época, comenzó un vaivén futbolístico muy pronunciado para Newell’s…
Si, en la época de mi debut los referentes que estaban no sabían acompañar a los más chicos. De hecho se manejaban desde un lugar de soberbia. No eran malos tipos, pero tenían ese temperamento que hacía que los que veníamos y eramos más pibitos no nos sintieramos acompañados. Después, cuando volví en el 2000 compartí ya desde un lugar de madurez distinta y me encontré con tipos que eran fantásticos, como Claudio París, Julio Cesar Saldaña, Diego Mateo y Lucas Bernardi, por nombrarte algunos, y ya cada uno tenía su recorrido y el nivel de afecto era distinto. Adentro de la cancha pudimos ser un equipo.
¿Ya se notaba la faceta de entrenador de Bernardi? ¿Y Mateo ya se presentía que iba a jugar hasta la edad que jugó y en ese nivel?
Lo que se notaban eran dos perfiles distintos de monstruos. Lucas era un tipo que jugaba en toda la cancha, tomaba la pelota en el borde del área bajando a buscarla y podía terminar rompiendo líneas y llegando al gol. Le sobraban pulmones. Era un tipo inquieto, desordenado. Le sobraba vida adentro de la cancha. Tenía un despliegue enorme, era un lujo verlo jugar. Y Mateo era la antítesis de él, pero desde lo positivo. Era ordenado y jugaba para el resto. Hacía los relevos de todos de manera silenciosa. Lo de Lucas era más escandaloso. Lo veías adentro de la cancha y te llamaba la atención, Mateo no lo hacía nunca. pero hacía que los demás compañeros exploten, ocupaba los huecos maravillosamente. Yo creo que cada uno a su modo, eran dos fenómenos.
Hablemos de la actualidad del club, ¿Qué te genera Omar de Felippe?
De Felippe emana un respeto que no suele pasar con otros técnicos. Le tienen mucha más paciencia y tolerancia porque sienten que se lo ganó, porque fue ex-combatiente de Malvinas. A mí me parece que está buenísimo, y me gustaría que también a todos los técnicos se le tenga el mismo nivel de tolerancia, ya que todos están poniendo en juego un proyecto que aman y que necesita tiempo. Hoy en el fútbol no hay tiempo. Pero a mí De Felippe me emana eso. Lo considero un tipo al que me gusta escucharlo y verlo dirigir dentro de la cancha. Personalmente, me parece que también tengo atravesado que fue ex-combatiente de Malvinas y lo miro con esos ojos. Incluso poder haber hecho otra cosa con lo que le tocó vivir y estar al frente. Me parece que eso también se emana.
El regreso de Brian Sarmiento es inminente, ¿qué ves en él que por ahí los demás no pueden o no quieren?
Veo un pibe que juega re lindo al fútbol, que salió de la villa y que hoy podría estar preso en algún lugar y el hizo con su historia otra cosa. Y que lleva el fútbol adentro, que se divierte y que hay un montón de gente que le quiere comer el hígado, porque en realidad no es efectivo. Nosotros como hinchas, si Sarmiento hiciera 20 goles sería una bandera, un ídolo. Como no los hace, hay que incinerarlo. Entonces a mí no me gusta medir a la gente por el resultado final. Yo tranquilamente puedo verlo a Brian como eso, un gran jugador. Un tipo que tiene cosas re lindas dentro de la cancha, y por momentos se divierte. Y tiene miles de cosas de aprender, como yo.
¿Hay algún paralelismo entre el Brian de hoy y el Kurt de los 90′?
Futbolísticamente no, somos jugadores distintos. Pero me gusta mucho como juega, tiene cosas muy lindas que tienen que ver con un potrero curtido en un lugar donde yo no nací. Lo que si pienso es que, por momentos, tiene un nivel alto de soberbia, en esa forma de ir al frente y de vivir, que seguramente tenga que aprender a estar más calmo. Incluso a sentir y a dimensionar que el fútbol hoy es peligroso. Es un lugar muy hostil para el que no se sabe mover. Y que no le duela cuando pase de ídolo a tipo al que hay que prender fuego, porque es lo que le va a pasar constantemente. Será ídolo, y cuando la gente vea que no rinde como ellos esperan, lo van a matar. Hoy el fútbol se convirtió en eso y da mucha pena.
¿Qué concejo le darías a cualquier chico que hoy esta en inferiores y que siente todas estas presiones, miedos e incertidumbres?
Disfrutar mucho y construirse varas propias. No subirse a varas ajenas. Aprender a reivindicar lo que uno conquistó, porque si uno está pendiente de la vara ajena siente que no conquista nunca nada. Pero si uno puede valorar lo que le costó a uno estar donde está y ese proceso el nivel de riqueza que tiene, tanto en el fútbol como en el periodismo o en la albañilería, uno aprende a disfrutar esas pequeñas conquistas. Y lo demás son varas, ficciones culturales que están instaladas hace mucho tiempo pero que son antinaturales y dañinas. Un pibe no “llega” cuando llega a primera. Ahí recién sólo llega a primera, pero está todo el tiempo llegando a otros lados.
Planeta Newells | A Dos Canchas