“Es hora de volver a casa” fueron las palabras del 32 para oficializar el regreso más esperado de los últimos años. Con su vuelta se llenaron las redes de frases, fotos, videos, además de la moderna presentación por parte de los medios oficiales del Club. Con el Burrito en 2004, con los líderes del 2013, hasta con el fernet en la mano, Nacho tiene un repertorio de material audiovisual para explorar, pero curiosamente el video mas repetido es aquel en que un Nacho joven aunque ya dos veces campeón abre su corazón ante los hinchas para confesar: “sin Newell’s no puedo estar”. Cada vuelta tuvo su particularidad y está abierta la chance de que esta vez sea la más significativa.
Desde ya que esas palabras están en nuestro corazón y siempre son un placer recordarlas, ese alguna vez fue Nacho Scocco, pero esta vez fue diferente: Nacho pudo estar sin Newell’s. Nacho logró llenar ese lugar en la vitrina que en 2013 quedó pendiente luego del partido en el Mineirao y que todavía nos lastima. Nacho fue feliz. Volvió a ser feliz (nunca le recriminé que no jugara con una sonrisa en la cara pero hay que reconocer que el malestar fue tan grande que por momentos se adueñaba del propio jugador).
En México y el continente asiático no hizo demasiado ruido. Después del 2013, en el Internacional de Brasil rompió el récord mundial del doblete más rápido de la historia. Scocco había convertido dos tantos en menos de un minuto. Ese récord quedó demolido por Robert Lewandowski, el mismo día en que el monstruo polaco marcó cinco goles en nueve minutos. No se halló en Brasil. Jugó en la mejor liga del mundo, la Premier League. Tampoco se encontró. Se parece a esas historias de jugadores hechos para un lugar, para un club. Esas historias que nunca terminan.
Condenado a ser comparado eternamente con Maxi Rodriguez, Scocco transmite el amor y respeto (que es otra faceta del amor) con sus modos, aún aceptando romper corazones a cambio de cumplir un reto individual de conseguir eso que un jugador de ese calibre merece: la Libertadores, y el reconocimiento de haber estado -nobleza obliga- en el mejor equipo de América de los últimos años. En tiempos de replanteos sobre el amor y sus formas, ¿por qué no aceptar la que propone Nacho? Algo así como un “te quiero como se quiere en el siglo XXI”. El amor futbolero, porque existe uno, también está redefiniéndose en épocas de récords ya alcanzados, de gambetas y goles ya inventados, de historias ya escritas. Nacho viene a aportar un renglón, uno no escrito, con la originalidad que lo caracteriza. Es de esos jugadores que hacen ruido, que sacuden los paradigmas.
Están los que nunca jugarían en otro Club de la misma liga, los que representan los colores afuera, los que volvieron demasiado tarde y también demasiado temprano. Los que se tatúan la piel y los que llevan el nombre de Newell’s tatuado en la mente. Están los que más goles hicieron, los que más partidos jugaron, los que más minutos jugaron, los que jugaron con el Tata como jugador, los que jugaron con el Tata como DT, están los que salieron campeones y también los que salieron segundos. Y está Nacho Scocco: el que fue y volvió para empezar su cuarta etapa luego de recorrer 3 de los 5 continentes y ser campeón en uno de ellos. Qué locura. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Con decisiones individuales distintas, cada uno aporta lo suyo a lo que hace el “sentido de pertenencia” que destaca a Newell’s y lo representa en todo el mundo; Nacho lo expresó en un principio desde la incapacidad de sentirse feliz fuera de su casa, pero ahora nos toca algo diferente, tan espectacular como recibir a un Nacho exitoso, realizado, campeón de la Copa Libertadores. Scocco cambió todo eso por volver a su casa. Por eso creo que esta vez será mejor. Scocco volvió siendo felíz, para ser aún más felíz. Y no sólo eso: volvió con la intención de dejar algo, sabiendo el lugar que deberá ocupar hoy en día en el vestuario.