Y un día, Newell’s volvió a ganar de visitante. En la última estación previa al receso, la noche tucumana vio el regreso al triunfo leproso. Rendimientos altos de varios futbolistas y otra propuesta de cara al arco rival fueron las claves. Nuevamente Héctor Bidoglio priorizó la inventiva ofensiva por sobre el orden rígido y los frutos se vieron en el complemento. 376 días después, los tres puntos viajan para el Parque Independencia. A continuación, el análisis uno por uno de cada protagonista.
Alan Aguerre: Quizás su partido más flojo y esto marca su gran nivel en la general, porque casi no tuvo errores serios. Seguro cuando lo exigieron desde posiciones medias, pero inseguro a la hora de cortar centros. Reacción tardía en el gol anulado a Emiliano Purita.
Facundo Nadalin: Firme en los duelos y criterioso a la hora de proyectarse, cumplió una de sus actuaciones más fiables desde su debut.
Stefano Callegari: Le costó tomar al hombre en las pelotas quietas, un déficit muy repetido durante todo el año. Sin embargo, redondeó una de sus actuaciones más seguras luego de un semestre muy irregular de casi toda la zaga.
Fabricio Fontanini: Una nueva performance sólida en los cruces y cierres. Se bancó bien aguantar a un delantero del porte de Bieler y estuvo atento a los movimientos entre líneas de Pons.
Leonel Ferroni: En la misma tónica que el partido de Nadalin, con la diferencia de que debió salir por un golpe. No mejoró los registros de Bíttolo pero mostró solidez.
Jerónimo Cacciabue: Se complementó mejor junto a Rivero y ambos sufrieron menos los ataques a sus espaldas. Tuvo criterio para jugar “simple” y con sus cambios de orientación se garantizó asegurar la posesión. Quitar y orientar la distribución hacia Figueroa era el negocio y cumplió con creces.
Braian Rivero: Al mejorar el posicionamiento junto a su compañero de mitad de cancha, también mejoró sus registros en cuanto a la efectividad de pase. Lógicamente encontró más y mejores receptores en distintas zonas del campo. Junto a Cacciabue fueron los encargados de iniciar la presión post-pérdida, la cual a diferencia de las últimas presentaciones fuera del Coloso, logró ser agresiva y predisponer mejor al equipo de cara al arco rival.
Víctor Figueroa: Por lejos, la figura. Hoy sí ofició de conductor y tuvo inteligencia para situarse en distintas alturas del campo rival, siendo indetectable para Arregui y sacando de zona a los centrales cuando Coyette optó por defender con 5. Sus pases filtrados fueron la mayor arma para abrir a la zaga tucumana.
Mauro Formica: Tuvo sapiencia para detectar las intenciones de cada envío de Figueroa, sobre todo en el primer tiempo. Se lo vio más agil en los duelos individuales pese a que a la hora de asociarse en corto no estuvo del todo fino. Gran levantada a partir de los arreglos introducidos por Bidoglio.
Héctor Fértoli: Tuvo sentido de la ubicación para interpretar cuándo cambiar de banda, pero le costó traducir esos movimientos en peligro de área. Cumplió con el retroceso en la primera etapa, no así en el complemento.
Francisco Fydriszewski: Alternó buenas y malas en su partido con más participación. Nuevamente fue clave para aportar referencia y generar movimientos de ruptura. Aún así, todavía se lo ve falto de ritmo con pelota dominada. Muchos controles deficientes y dificultades a la hora de la definición. No obstante, le alcanzó para abrir la cuenta pescando un rebote y ampliar la ventaja con un golazo al ángulo izquierdo de Carranza.
Iván Piris: En su primera intervención debió interrumpir el juego y se ganó una amarilla que pareció no condicionarlo. Ingresó con aplomo y hoy su polifuncionalidad le aportó a Bidoglio una solución ante la lesión de Ferroni.
Alexis Rodríguez: Ingresó para ventilar la banda y terminar de liquidar el partido. Cumplió con ambas, anotándose en la red después de muchísimo tiempo. Jugador que debe retomar confianza de cara al 2019.
Teodoro Paredes: No gravitó en el juego. Como ante Patronato, volvió a ingresar para formar línea de 5 y generar superioridad ante la propuesta rival.
Héctor Bidoglio: En dos partidos donde lo emocional y lo sensitivo primaban por sobre el juego mismo, su interinato se encargó de no desatender ninguno de los dos tópicos. Su miniciclo priorizó a un equipo respetuoso del juego de ataque y que mezcló solidaridad con agresividad a la hora de recuperar. Quedaron algunos interrogantes en cuanto a algunas conductas defensivas en donde el equipo flaqueó, entre ellas el recalcitrante déficit de las pelotas paradas. Sin embargo, sacó adelante los dos cotejos ante rivales directos en la lucha por la permanencia, el gran desafío que enfrentará al club en 2019. En cuanto a su competencia personal, su trabajo de los últimos 15 días reflejó que su proyecto en la división reserva tiene vuelo propio.
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