Newell’s no tiene paz. Esa es la sensación que quedó tras el cierre de una jornada muy convulsionada en la capital de la provincia. El equipo dirigido por Héctor Bidoglio se despidió del certamen federal de una manera muy contundente: con una pobre actuación colectiva, siendo dominado en varios tramos por un modesto rival y aduciendo una falta de carácter y lucidez alarmante en muchos de sus futbolistas. Un cóctel explosivo que culminó con incidentes entre la tribuna rojinegra y efectivos policiales.
El batacazo de Villa Mitre tuvo razón de ser en una gran tarde de su plantel, que llevó a la Lepra al terreno de la humillación con corazón, ímpetu y fútbol. Sin embargo, dicha hazaña no hubiese podido ser posible sin la pobrísima actuación rojinegra, sustentada en los llamativos bajos niveles de sus futbolistas y otra débil respuesta del cuerpo técnico a los obstáculos que propuso el rival. Una coreografía que se repite dentro de una dinámica negativa que derrumba anímicamente a los protagonistas y achica el márgen de error cada vez más.
En lo que concierne al juego, lo preocupante es que se vio un equipo completamente anárquico y apático dentro del campo de juego. Si los pases horizontales, la fragilidad en la marca y la falta de movilidad fueron las claves de las últimas derrotas, esta actuación rojinegra terminópotenciando todas las falencias y minimizando todo lo bueno que había prevalecido durante la era Bidoglio. Apenas la rebeldía de algunos futbolistas -todos surgidos del club- le permitió a la Lepra un lapso de empuje y jugadas que lo arrinconaron al elenco bahiense contra su arco. No obstante, en ningún momento se impuso la jerarquía del equipo de Primera sobre el del Federal A.
Más allá del partido de ayer y lo desmejorado del modelo propuesto por Bidoglio con el correr de los partidos, hay una realidad global que va más allá de los errores puntuales, y es la planificación. El rojinegro, en casi todas sus áreas, carece de un plan y esa improvisación se traslada en la cancha. Sin una política económica sustentable a largo plazo ni una gestión deportiva acorde a las necesidades del plantel profesional, la Lepra deambula futbolísticamente.
Lo sucedido ayer en el estadio Tatengue es una radiografía de lo mencionado. La improvisación, en cualquier deporte de alto rendimiento, se paga muy caro. Y hace tiempo que la mala praxis en Newell’s es moneda corriente. Lejos quedaron aquellos años prolíferos con Gerardo Martino como cabeza de un proyecto superador, ambicioso y respetuoso de la historia del club. En los últimos años, los descalabros dirigenciales de Jorge Ricobelli primero y Eduardo Bermúdez y Cristian D’amico en la actualidad mutaron a un plantel competitivo y de alto vuelo en uno devaluado, descapitalizado y con poca proyección, que el próximo año se jugará 57 años ininterrumpidos jugando en Primera División.
En último lugar, la escena del final del partido pinta de cuerpo entero la realidad institucional del club. La furia en los hinchas, los jugadores abatidos dentro de la cancha y los cuestionamientos a los directivos sonando al unísono como la banda sonora de la violencia que se sucedía en las tribunas del 15 de abril. Newell’s sangra por la herida y la reacción no llega.
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