El arribo de las incorporaciones pone a luz que el plan de sumar a las promesas de inferiores será en forma paulatina. Por otro lado, la política volvió a crear un escenario de confrontación.
Newell’s no tiene plata, pero si nombres. La reciente apertura del mercado de invierno comenzó con intensidad y aparenta que, en breve, serán varias las nuevas caras que se calcen la Rojinegra a través de préstamos y otras formas de contratación a bajo costo. Esto no es más que un mensaje que emite la dirigencia Leprosa: “los juveniles tendrán su lugar, pero en forma ordenada”. Está a la vista que, aún sin dinero, la prioridad es la de rellenar al plantel sin tener que recurrir exageradamente a la juventud.
Ahondando en análisis e ingresando en una etapa comparativa, incluso lo podríamos emparentar con el segundo segmento en el que estuvo Diego Osella, en donde mucho de los pibes que tuvieron lugar en un primer momento y de pronto, ante la llegada de refuerzos de diciembre/enero, quedaron relegados en el orden de llegada. Pese a la similitud, aquí no necesariamente pasará lo mismo, ya que hay algunos juveniles que en el último tiempo pudieron relativamente asentarse, pero si claramente los que poco pudieron construir en Primera, tendrán que ver desde el banco a los primeros partidos. En los puestos calientes de la cancha no habrá apuestas que vengan desde abajo, las apuestas serán provenidas desde el exterior con jugadores de poco relieve, pero con experiencia.
Esto también obliga a establecer un revisionismo del pasado, cuando Eduardo Bermúdez, en gestiones anteriores, era un ayudante directo en las cuestiones relacionadas al fútbol y se verá que en la mayoría de los tiempos de reforzar, la táctica en líneas generales fue siempre la misma: incorporar para palear la situación financiera –sí, ahora el motivo sigue siendo el mismo-, e ir involucrando de a poco a los futbolistas de las formativas en el fútbol profesional. Lógicamente “incorporar”, como dice el ahora presidente, tiene su tema: pueden salir jugadores capaces de lograr un subcampeonato (2009) o las cosas tal vez no funcionen y te den temporadas de mal pasar, como ocurrió con Roberto Sensini más tarde y Javier Torrente. Lo importante ante esto, es la coyuntura, y en este caso, el alivio que otorga olvidarse de los promedios da un poco de margen.
Tiempos revueltos en las mesas de discusión
Lo que no le da ningún tipo de lugar a error a la Comisión Directiva es la oposición. Por supuesto que las decisiones tomadas por la actual conducción son claras y firmes, el proyecto de trabajo es uno solo y no está dispuesto a modificarse, no obstante, en la última asamblea quedó expuesto algo: el método de trabajo podrá seguir igual, pero no el caudal político que reúna el oficialismo.
En este sentido, el porcentaje de votos que logró Movimiento Rojinegro en las últimas elecciones, piso que distó de ser superador, le dio el poder de gobernar pero en forma acotada. En las últimas elecciones, las diversas fuerzas se vieron fragmentadas, pero a la vista quedó que ante el presente actual que curiosamente es peligroso, pero no por lo futbolístico, la tan mentada unidad, algo que se pide en todos los estamentos del club, se vio, pero en la política.
De esta forma, el arco disidente al gobierno de Bermúdez, por primera vez en mucho tiempo mostró un fuerte signo de masificación –principalmente ADN Leproso, Movimiento Faustino González, Movimiento Pertenencia Leprosa y Movimiento 1974- y le dio un golpazo tremendo al oficialismo rechazando el presupuesto en última asamblea. Lejos está de querer decir que la oposición de aquí hasta el final estará unida, pero si hubo una fuerte demostración que si así lo desean, podrán ponerle trabas a muchas ideas, como por ejemplo fue la masiva protesta ante la posible venta de Milton Valenzuela.
Esto, después de mandatos en los que la oposición parecía no estar presente en la vida política del club, no es poco, sin dudas es un mensaje de alerta para los dirigentes Rojinegros que se verán obligados a revisar cada medida si es que no quieren sufrir tropezones en un largo plazo políticamente.
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