Nicolás Castro es uno de los jugadores que más espera el mundo Newell’s. En el Parque se lo necesita, porque apuestan a que su calidad se anteponga en cada partido y en un toque, cambie el rumbo de una jugada o también, porque su nivel futbolístico podría ser clave para en un par de meses infle las arcas. En Holanda lo están mirando, Ajax y Feyernood se sumaron a otras instituciones, que ya tentaron al club. Evidentemente, es el que está más cerca de irse.
Pero, el Rafaelino pareciera estar alejado del run-run del mercado. Es un tipo simple. Se palpa fácilmente, en cada sonrisa que se asoma a pesar de la timidez que a veces expone. Él dice que ahora se tiene que lucir, porque su hijo Ángelo lo va a ver a la cancha. Esa podría la imagen que lo clarifique, como un buen padre y también como a un pibe de 21 que mientras busca reconocer que es lo mejor y lo peor que tiene como jugador, aprende a hacer asados, así como lo demanda el curso de la vida.
Que tiene condiciones técnicas para ser crack no hay ninguna duda. No solo por la clase que logró evidenciar en más de una oportunidad, sino también por su poder de fuego frente al arco: no llegó a los 50 partidos partidos en primera y tiene nueve goles convertidos, una cifra poco habitual en Newell’s, solo similar a casos como Nacho Scocco, Maxi Rodríguez, Mauro Formica o Maxi Urruti.
Precisamente, ¿es la efectividad que tiene de media distancia lo que lo pone más orgulloso? Castro dice que no. Que es el trato de la pelota y visión de juego: “Ver y conocer los espacios en los que puedo entrar y recibir la pelota. Siempre fui igual, tratar de ganarlos al espacio para recibir bien perfilado”, comenta en una charla con Planeta Newell’s, en pleno predio Jorge Bernardo Griffa.
Por eso, en un fútbol vertiginoso, Castro se distinguió mucho en sus comienzos, a tal punto de que se lo reconocieron con la 10. Una forma de ser de él para muchos es malo, para Borrelli en su momento fue digno de celebración: su velocidad de ejecución. El ex Director de las inferiores alguna vez lo comparó con Juan Román Riquelme, y sobre eso se le preguntó. ¿Estás cómodo con ese tranco pausado y como dijo Borreli, Riquelmeano? ¿No analizaste nunca cambiarlo? Lo uso para pensar, respondió. “No sé si soy un jugador rápido, pero trato de pensar para ver si tengo una opción de pase o encarar directamente al mano a mano. Me gusta hacer jugar al equipo, armar juego y estar siempre frente al área”. Y posteriormente, completó: “Cómodo estoy, pero podría agregarle cosas. El mano a mano, en donde me siento cómodo, debería agarrarle más confianza y hacerlo de tres cuartos para adelante encarando al arco”.
Pero volvemos a los goles. A esos tres pasos que hace pisando bien fuerte el césped para disparar y probar suerte. Le pregunto como nació esa característica. ¿Es algo se fue dando solo, el ego típico del futbolísta necesitado de la aprobación del gol o qué? “De afuera del área siempre tengo el remate, en inferiores y primera lo seguí haciendo y creo que dio frutos. Desde que subí a primera se veía esa características y los técnicos siempre me dijeron que cuando la tuviera le pegue. Tuve que agarrar confianza para hacerlo y con la adaptación hice mejor”, comentó. ¿Si es de afuera del área no vale, no?, le replico. Risas mutuas y una admisión de que necesita revertirlo: “Me gustaría entrar más como nueve, si es afuera del área mejor. Ahora estoy practicando bastante, estar adentro del área y acompañar a los delanteros. Me piden que siempre cargue el área, que puede haber un rebote y aprovechar”.
Por último, la charla viró a uno de los ítems que no se suelen tocar cuando se habla de Castro. El conjunto de Sanguinetti es un equipo físico y que la mayoría del tiempo -excepto con Platense- no tiene la pelota. De nuevo, el juvenil devenido en profesional, reconoció otra cosa más que está revisando: “Necesito meterme más en la recuperación de pelota, ser más agresivo en ese sentido”, terminó.
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